Yo comprendo que es duro perdonar después de tantos atropellos; y sin embargo, esta es la palabra del Evangelio: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y persiguen, sed perfectos como vuestro Padre celestial, que hace llover su lluvia e iluminar con su sol a los campos de los buenos y de los malos». Que no haya resentimientos en el corazón.
(Homilía 19 de junio de 1977, I-II p. 101). [13]
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