El cristiano no debe tolerar que el enemigo de Dios, el pecado, reine en el mundo. El cristiano tiene que trabajar para que el pecado sea marginado y el reino de Dios se implante.
Luchar por esto no es comunismo.
Luchar por esto no es comunismo.
Luchar por esto no es meterse en política. Es simplemente el Evangelio que le reclama al hombre, al cristiano de hoy, más compromiso con la historia (Homilía 16 de julio de 1977, I-II p. 133). [18]
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