
Hermanos, no es volver a la Edad Media al hablar del infierno. Es poner frente a los ojos la justicia de Dios, de la cual nadie se ríe. Organicemos a tiempo nuestra patria. Organicemos los bienes que Dios nos ha dado para la felicidad de todos los salvadoreños. Hagamos de esta república una bella antesala del paraíso del Señor, y tendremos la dicha de ser recibidos como el pobre Lázaro
(Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II pp. 242-243).
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